Crear puntos de encuentro es una de las ideas centrales de construir edificios públicos; pensar en espacios para que las personas puedan relacionarse y compartir. Por eso, ante la necesidad del ayuntamiento de Tredós (Val d’Aran, Pirineos) de reformar un equipamiento social casi en desuso, teníamos claro que el éxito de la intervención pasaba por dotarlo de un nuevo programa de actividades para que se pudiera usar de forma diaria.
Este nuevo planteamiento fue el origen del Centro Cívico de Tredós, y lo convirtió en uno de esos proyectos en los que tenemos la suerte de poner en práctica las bases de la arquitectura para la comunidad.
Comenzamos nuestro proyecto por un edificio en el centro del pueblo que se usaba como sala social y que, con el tiempo, había ido perdiendo su función, porque no estaba muy equipado. Siguiendo la intención municipal de reactivar el espacio, nuestra propuesta se centró en ampliar su programa de usos para transformarlo en un espacio con nuevos y más variados objetivos como centro cultural, educativo y social. Así, tuvimos que agrandar su tamaño y mejorar los accesos de movilidad reducida, la eficiencia energética, el diseño interior y la acústica; así, creamos nuevas salas para acoger a más personas y más actividades. Para materializar la intervención, se dividió la nave central en tres subespacios que pueden modularse con paredes móviles que permiten adaptar cada sala a las necesidades de cada actividad.
Para que esta nueva era fuera patente, decidimos mantener el edificio existente en su estado original (de piedra), de modo que la intervención de ampliación se realizó con materiales más ligeros y transparentes (madera y vidrio). Nuestra intención fue crear un diálogo entre lo existente y lo nuevo, lo opaco y lo translúcido.
Proyectamos para solucionar, para ofrecer respuestas a necesidades que hacen nuestro día a día más fácil. Y no solo en el ámbito de las viviendas o los edificios públicos, sino también en el del mobiliario urbano.
Eth Conselh Generau d’Aran nos encargó un estudio del funcionamiento de las zonas de los contenedores de basura en las distintas localidades de la administración para encontrar una nueva solución para agilizar el proceso de recogida y facilitar el mantenimiento. Con la intención de que los problemas relacionados con los residuos quedaran cubiertos y de hacer el trabajo de los operarios más sencillo, diseñamos unos espacios versátiles y adaptables a las necesidades de los habitantes y los trabajadores. Optamos por una idea modulable y mecanizada, de modo que se pudiera replicar en otros pueblos sencillamente. Buscamos una imagen personal e integrada con el entorno característico del Pirineo (simulando las montañas de alrededor) y creamos unas “cajas de servicio” para un paisaje urbano más amable y orgánico.
El Museo del Haro, situado en el centro histórico de Les (Val d’Aran, Pirineos), es el espacio encargado de que siga viva la llama de la tradición de la “crema deth Haro”, la fiesta del solsticio de verano, patrimonio inmaterial de la humanidad desde 2015.
La rehabilitación del edificio fue un proyecto con una fuerte carga de historia y simbolismo. Nuestra idea consistió en respetar al máximo el edificio original, construido a finales de los años 20 como escuela rural. Con el paso de las generaciones esta modesta edificación se ha convertido en un símbolo para el pueblo, y eso hizo que quisiéramos mantener toda la piel exterior intacta al mismo tiempo que vaciamos los muros interiores para conseguir una gran sala diáfana que sirviera como espacio museístico. Además, eliminamos la entrada con escalones de la plaza y la movimos al extremo plano del edificio, construyendo así un acceso practicable para todos.
Quisimos que el nuevo edificio actuase como un brasero donde se conservara vivo, durante todo el año, el fuego que la noche del 23 de junio prende en el tronco del Haro. Construimos un lugar al que ese fuego pudiera volver al amanecer casi ahogado en cenizas para reposar hasta el año siguiente.